Dicen que alguien te puso un nombre una vez, ¿No te acuerdas? Me paro en seco, como un golpe fuerte, porque te he descubierto en medio de esta batalla de transeúntes llena de cabezas huecas. Puedo observar la belleza y la divinidad que emana de tus entrañas de mujer, juzgadas de pecaminosas, olvidadas y maltratadas por monstruos gigantes que aplastaron lo que heredaste de nuestros ancestros.
Somos marcas, roturas y rasguños. Somos pedazos de culpabilidad, de retratos feos dibujados por manos asesinas, de almas atrapadas, de escarcha helada, de sueños destruidos, de castigos y ofensas. Somos trozos de condenas, de manoseos indeseados y de palabras cosidas. Tiremos haciendo un triple al basurero esos cuentos que nos traspasaron durante toda nuestra vida.
Somos vientre en un mundo descuidado y sucio, somos origen y gracia, somos oportunidad y bondad, somos calor y refugio, somos tormenta y energía. Somos eternidad, valentía, desafío y perseverancia. Somos semilla.
Brindemos hoy por contemplarnos, empoderarnos y recordarnos que somos la única sangre derramada que no nos quita la vida.
G.