No me vas a dejar partir, deseas tenerme siempre junto a ti en una mazmorra de lujo, haciéndome creer que patinar sobre el hielo es solo eso, solo lo que veo. Quiero salir, quiero caerme, lanzarme con o sin trineo, deslizarme calle abajo, defenderme y estar dispuesta para el ataque.
Vienes y apareces como una intrusa, sin pedir permiso, intentando dominar mi calma, dictando tus railes y parando mi viaje. Una, dos, tres y ¿Cuántas veces ya?. No te puedo matar, eres eterna, pero anhelo, deseo y aspiro a poner una señal de stop más grande que la torre Eiffel, gritar hasta que se me acaben las fuerzas y proclamar mi asedio.
Solo pretendo entenderte, diseccionar tus orígenes y entrever tu laberinto interior, aunque este nevado. He comprendido que no nos conquistaremos con la solidez de nuestros músculos, ni con las controversias de los orgullos, sino con la astucia de nuestro espíritu y el coraje de disfrutar del paisaje.
Fluyamos en un entorno hostil y hermoso, con el calor de un abrazo.
G.