Jugar por las calles y esconderme entre los coches, danzar con la mirada del primer amor y sellar mis labios con los suyos en un garaje destartalado, transformándolo en un lugar hermoso. Llamar a la puerta de la señora Juani y pedirle prestado ese alimento que a mi madre se le olvidó comprar esa mañana veraniega, teniendo presente que su despiste no la libera del puesto de súper heroína. Asomarme por la ventana y oler a ropa tendida, a cazuelas hirviendo que huelen a gloria, pasearme por las canchas y saludar a esos obreros que te prestan una sonrisa cansada y hambrienta con ganas de que llegue la hora del almuerzo.
Mañanas de uniforme manchado por gotas de cacao y de ir a clase en un Renault 11 totalmente escacharrado y con arreglos de adhesivos. Escribir en los ladrillos el nombre de amigas junto al mío, siendo las personas más importantes de mi vida. Tardes y noches de bebida, pipas y charlas en las trincheras verdes, siendo ahora terrenos de paz, de libertad y de ensayos peligrosos en plena juventud dorada. Confesiones en callejuelas, sexo en los portales, y atardeceres en el parque San Isidro.
Siestas con cañas de pescar en el río manzanares, sorprendiendo a peces pillados con un cebo amarillo. Risas con mi hermano, vistas de prismáticos en la terraza e historias de miedo en la azotea desierta y agrietada. Reuniones de familia con vermut en el bar de Paco y aguinaldos los fines de semana.
Pasaran los años, pero todas las generaciones nos dejaran un legado imborrable y un gran arraigo, de aquel extrarradio del que procedemos. Tu anochecer se define en mis venas, se estrella contra mi pecho y exalta mi audaz origen, origen de barrio.
G.
El Lucero!! ☺️
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