Castillos en el aire, murallas de algodón y cometas de arena que se disipan con el soplo del susurro que emites, ya lejano y perdido, lejos de la isla que inventé. Dueles, hieres y la rabia me persigue. Corro sin parar, no quiero que me encuentre, no quiero despertar, no quiero ser ese discípulo que ya ha perdido la fe. Ya no siento el eco de tu voz en mi nuca. No quiero abandonar los cimientos. No quiero. No.
G.
Precioso!
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